sábado, 15 de noviembre de 2008

Insultos

Haciendo limpieza de mis trastos todavía residentes en casa de mis padres, encontré una serie de libros de "El Papagayo" editados por Temas de Hoy hace ya bastante tiempo. Son libros cómicos, satíricos, irónicos y ciertamente tontos, de lectura rápida y fácil, especialmente recomendables para un viaje o para leer a salto de mata. Repasándolos y sonriéndome mientras lo hacía, encontré uno de los mejores: "Insultos, cortes e impertinencias" de Ángel Palomino, escritor filo-fascista que ya falleció en el año 2004. Entre todo lo que informa el libro de marras es especialmente graciosa la catalogación de los clásicos insultos españoles: cabrán, hijoputa, maricón y gilipollas. Considera a los tres primeros como distintas graduaciones de un mismo insulto y dedica al último la categoría de insulto español por antonomasia, ya que además parece no tener traducción a ningún otro idioma. Así, el cabrón es malo, el hijoputa es más malo y el maricón, menos malo. Sin embargo, el dedicarle uno de estos insultos a alguien no interfiere con la inteligencia del insultado, ya que se refieren unicamente a su grado de maldad. Una mariconada es molesta, una cabronada es perdjudicial, pero la hijoputada es ya perversa. Ahora bien, el gilipollas es una categoría aparte, porque afecta al respeto que una persona pueda tener. Se entiende como gilipollas al que es gilí o "bobo, necio, memo, tonto o lelo"; si a eso le unimos la referencia a los genitales, nos sale un insulto similar a "tonto de los cojones" o "tonto el pijo", pero menos ofensivo y quizá más hiriente. Una persona catalogada como "gilipollas" no tiene respeto social ninguno. Está claro.

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